9 de septiembre de 2009

Ecopesticidas para una agricultura sana

Los hongos, los preparados de plantas e, incluso, los virus pueden ayudar en la lucha contra las enfermedades y las plagas en una agricultura responsable que evite la peligrosa química sintética.

El mar de Aral es un ejemplo clásico de las consecuencias que puede tener el abuso de abonos químicos y pesticidas. Lo que anteriormente fueron llanos fértiles, se ha convertido en poco tiempo en un desierto de sal contaminado.

Todo empezó con el uso masivo de agua para el cultivo de algodón, que redujo una de las reservas de aguas continentales más grandes del planeta a menos de un tercio de su superficie inicial. Y no sólo la tierra se ha visto afectada; agricultores y vecinos sufren defectos hereditarios, tuberculosis y anemia, y la tasa de mortalidad infantil es considerablemente más alta que en el resto de Uzbekistán. Pero no hace falta ir tan lejos, ya que en nuestro propio país se han encontrado alimentos con pesticidas prohibidos en Europa, como es el caso de algunas fresas cultivadas en Huelva o los pimientos rojos de Almería. Porque, aunque, concretamente en el último caso, cada vez se trabaje más con enemigos naturales de las plagas, todavía quedan muchas frutas y verduras afectadas, como asegura Manfred Krautter, experto en química de Greenpeace.

Entre las consecuencias leves de los pesticidas se encuentran las irritaciones de la piel, el dolor de cabeza o las náuseas y, según la Red de Acción contra Pesticidas (PAN) alemana, los efectos a largo plazo pueden ser infertilidad, deformaciones y cáncer. Por otro lado, es posible que el aumento de alergias también tenga en ellos su origen y la organización mundial de la salud (OMS) calculó en su último estudio que se producen entre tres y cinco millones de casos de intoxicaciones con pesticidas por año.

Ahora bien, la solución no se encuentra en los alabados transgénicos, que, contrariamente a lo prometido, se han demostrado incapaces de reducir el uso de los químicos dañinos. Es en la agricultura ecológica y en los conocimientos antiguos de los pequeños agricultores de los países del Tercer Mundo donde deberíamos buscar las alternativas.

Extractos de plantas
Mali es, después de Egipto, el productor más importante de algodón de África, una materia prima que se ha convertido en su mayor fuente de ingresos. Pero, a cambio, la fertilidad de su suelo disminuye año tras año y, en paralelo, las cosechas. Con el fin de luchar contra este deterioro, la Asociación Suiza para la Cooperación Internacional llevó al país subsahariano 25 productores –la mayoría, minifundistas– para que pusieran en marcha un proyecto piloto de algodón ecológico.
Como explica la organización en su página web, “en el caso de los cultivos convencionales, las superficies agrícolas contaminadas de pesticidas se vuelven inservibles para el cultivo de algodón después de varios periodos de vegetación, de ahí que los campesinos pierdan a la vez tierra y trabajo”. En cambio, “con el cultivo de algodón ecológico, se impide la destrucción del suelo y se ahorran los costes de pesticidas y abonos artificiales”, continúa. Pero además de cultivar algodón ecológico, los agricultores y científicos de Mali investigan el efecto de diferentes extractos de plantas como medidas de protección biológica. Utilizan, por ejemplo, un pesticida natural generado a partir de las semillas aceitosas del árbol del neem (Azadirachta indica) y también experimentan con extractos de Jatropha curcas –una planta que se utiliza en otros países cada vez más como biodiesel–, con el Ricinus communis y con las plantas autóctonas Cassia nigricans y Carapa procera. Como explicó en el congreso Planet Diversity 2008, en Alemania, el agricultor y biólogo maliense Amadou Coulibaly: “Ofrecemos nuestros experimentos con extractos de plantas como alternativa al cultivo convencional de algodón, para lo que aprovechamos nuestras propias experiencias como agricultores.”


En realidad, los pesticidas naturales se emplean desde hace tiempo en todo el mundo. Los agricultores ecológicos europeos usan como remedio sistémico contra los insectos chupadores, además del extracto de neem, la quassia, una sustancia de la madera del árbol con el mismo nombre. También el jabón potásico ayuda contra los pulgones, y los preparados de cobre, contra hongos en frutales, viñas y patatas. Remedios más fuertes son el piretro, que se extrae de las crisantemas, y la rotenona, obtenida de una leguminosa tropical.


En el VIII Congreso de la Sociedad Española de Agricultura Ecológica, científicos de diferentes procedencias presentaron sus experiencias al respecto. Entre ellos, había un grupo de investigadores mexicanos que demostraron haber obtenido buenos resultados con la hierba de piojo y con el árbol del paraíso en el control de ácaros en las tomateras, y con poleo, higuerilla y árbol del paraíso en el control de la mosquita blanca. En cuanto a la representación española, Antonio Bello, profesor de Agroecología en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) en Madrid, presentó los métodos de biosolarización y biofumigación contra los patógenos del suelo.

Bacterias, virus y hongos
Los agricultores ecológicos emplean desde hace años la bacteria aeróbica Bacillus thuringiensis (Bt) contra las larvas de algunas mariposas y otros insectos que perjudican sus cultivos. Y no son los únicos. También varios científicos de empresas biotecnológicas aislaron el gen con esta característica pesticida para introducirlo en el genoma del maíz, del algodón, de la colza y de otras plantas.


Muy eficaz se mostró el virus granulosis contra el gusano de manzana hasta que aparecieron las primeras cepas resistentes. La solución la encontró hace unos meses el Instituto alemán Julius Kühn. Según su director, Jürg Huber, en la actualidad se emplean otras cepas de este virus. “Lo positivo de este preparado es que el virus es muy selectivo y ataca sólo al gusano de manzana, no a los insectos útiles”, dice.


Otro éxito del mismo instituto fue el desarrollo del producto reforzante de plantas Milsana. Se produce a partir de una planta vivaz gigante que responde al nombre latino de Reynoutria sachalinensis y que ayuda a la planta a resistir contra la enfermedad del mildiu, que suele atacar a bayas, hotalizas y plantas ornamentales.


Los hongos son otra de las alternativas a los pesticidas convencionales. En otoño del año 2002, el gerente de la empresa Prophyta, Peter Lüth, ganó el premio de medio ambiente alemán junto con el director ejecutivo del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), Klaus Töpfer, por la creación del primer fungicida natural del mundo. El preparado, bautizado como Contans, contiene un hongo, el Coniothyrium minitans, que elimina el hongo patógeno Sclerotinia sclerotiorum, productor del moho blanco. Según un trabajador de la empresa, el Coniothyrium minitans se encuentra en los suelos de todo el mundo y está permitido también para la agricultura ecológica.


La empresa cuenta, además, con otro preparado que actúa contra los nematodos malignos que infestan plataneros y zanahorias en la región mediterránea. También éste es muy selectivo y no solamente combate los gusanos adversos, sino que crea un clima favorable a nematodos oportunos para los cultivos.

Ecopesticidas peligrosos
Que sean sustancias naturales no significa que los ecopesticidas no puedan ser tóxicos. A diferencia del aceite de neem, el piretro, al tiempo que elimina plagas, también hace desaparecer insectos útiles, como las abejas. Según la profesora de Protección Ecológica de Plantas de la Universidad de Kassel-Witzenhausen, en Alemania, Maria Finckh, ésa es la razón por la que no se debe echar el piretro en la misma flor. Por otra parte, “el elevado precio de este producto contribuye a que no se utilice tanto como algunos pesticidas químicos”, asegura.


La rotenona es otro producto que requiere ir con cierto cuidado, puesto que resulta tóxica para todos los animales de sangre fría, de ahí que se utilizara antiguamente en Perú para pescar. No obstante, se deshace en cuanto entra en contacto con el aire y la luz del sol. Del mismo modo, también conlleva ciertos riesgos el uso de preparados con cobre, pues aunque actúan como fertilizantes y matan a los hongos dañinos, este metal pesado se acumula a lo largo del tiempo en el suelo y, en grandes concentraciones, puede resultar tóxico para los organismos acuáticos. “Eso es especialmente válido para los cultivos permanentes como las viñas, los frutales o el lúpulo, a los que se suele echar cobre cada año durante décadas”, añade Finckh.


Aunque todavía no se han hallado alternativas viables más ecológicas, gracias a un nuevo modelo de predicción sobre el tamaño que tendrá la plaga en un determinado año, esta profesora ha averiguado cómo reducir la predisposición de las patatas al hongo Phytophthora spp. Por ejemplo, se deben utilizar patatas de siembra sanas y vigilar la higiene del campo y si se mezclan variedades resistentes al hongo con otras que no lo son, las primeras funcionan como barreras para el organismo patógeno. Además, es posible impedir que la enfermedad se expanda plantando las patatas en líneas en sentido transversal a la dirección del viento predominante.

Prevención y buenas prácticas
La investigadora del CSIC Estefanía Rodríguez ha llevado a cabo experiencias similares a las de su colega alemana y, junto con otros científicos de este instituto, ha realizado un estudio epidemiológico de la verticilosis, una enfermedad fúngica para la cual no se conoce ningún remedio. El problema es que no sólo ataca a un gran número de plantas de interés agrícola, como las hortalizas o el girasol, sino que desde hace unos años, también afecta al olivar, sobre todo en la provincia de Granada, donde se está extendiendo con gran rapidez.


La principal conclusión del estudio de Rodríguez es que la enfermedad surge mucho más frecuentemente en plantaciones intensivas de regadío que en los olivares tradicionales de secano. También se da más en árboles jóvenes –de entre 8 y 12 años–, plantados a altas densidades.
“Se trata de una enfermedad compleja cuyo control más efectivo se basa en medidas preventivas, como utilizar vegetal certificado y suelos libres de patógenos”, explica la investigadora. “Si la plantación ya está enferma, hace falta toda una serie de medidas, como destruir los árboles enfermos, usar variedades resistentes, aplicar enmiendas orgánicas al suelo, sembrar cubiertas vegetales de cereal o emplear el proceso de la solarización.”


Este ejemplo, como tantos otros, nos enseña que las enfermedades con las que luchan los agricultores hoy en día tienen que ver con su ruptura con los conocimientos ancestrales. En la búsqueda de un mayor rendimiento, optan por monocultivos; por variedades más productivas pero sin tradición en la zona; por regadío en vez de secano y por insecticidas que acaban con las plagas, pero también con sus enemigos naturales, lo que provoca la destrucción del equilibrio ecológico.


Una de las medidas más importantes para prevenir enfermedades y grandes plagas de insectos consiste en cumplir con las rotaciones adecuadas de los cultivos. “Éstas pueden interrumpir en muchas ocasiones el ciclo de vida de las plagas y reducir de ese modo su permanencia en los campos”, afirma Finckh. Además, se puede recurrir a los cultivos asociados para aumentar el rendimiento. Sabemos, por ejemplo, que la mosca de la zanahoria huye del olor de la cebolla y también el ajo tiene esa característica repelente. Por otra parte, las flores, las hierbas y los árboles plantados en los bordes de los cultivos pueden atraer u ofrecer cobijo a depredadores que se alimentan de orugas, pulgones o moscas.


Así pues, no se trata simplemente de reemplazar un pesticida químico por otro natural, sino de volver a una agricultura más sana, completa y preventiva que tenga en cuenta todas las posibles interacciones entre las plantas y su entorno. Los ecopesticidas son sólo una herramienta más, es decir, la guinda del pastel.

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